El trabajo que se ha desarrollado con la estructura hasta este nivel se ha limitado a las posturas estáticas, tanto de pie como sentadas. Llegados a este punto, aprendemos a poner la estructura en movimiento mientras mantenemos el alineamiento y la integridad cultivados en los pasos anteriores.
El Tai Chi consiste en una serie de movimientos lentos que se realizan manteniendo el alineamiento entre las energías del cielo y la tierra. No se limita sólo a un alineamiento físico, sino que se trata muy especialmente de un alineamiento con la Energía Creativa que se experimenta como silencio y claridad mental.
Los movimientos lentos del Tai Chi concentran más energía que los movimientos rápidos. No solamente revitalizan, sino que gradualmente nos enseñan a movernos en el día a día desde un estado de centramiento y calma interna. Esta aptitud para el movimiento se convierte en nuestra manera de desenvolvernos en las situaciones de la vida cotidiana: alineados, centrados, conectados, arraigados, claros de propósito sin esfuerzo y con autoconfianza.
Los movimientos continuos y sin esfuerzo del Tai Chi reflejan la manera en que fluimos a través de las situaciones que encontramos en nuestro paso por el mundo.